“Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?”
Lucas 17:17 (RVR1960)
Gracias a Dios, y a la dedicación de mis padres, siempre me destaqué en las matemáticas, y cualquier disciplina que hiciera uso de éstas.
Cuando cursaba ingeniería en la universidad, me gustaba estudiar solo y evitaba un poco los grupos de estudio.
(Es un tema netamente de mi personalidad introvertida y no intentaré siquiera explicar esto).
Resulta que algunos de mis compañeros de clase se encontraban en una situación complicada con sus calificaciones, y a punto de reprobar el curso. Como sabían de mis habilidades matemáticas, me invitaron a que me uniera a su grupo de estudio con el fin de que pudiera ayudar a los "más necesitados".
Al parecer, me vieron como su salvación.
Acepté sin reparos la invitación ya que me gusta mucho enseñar, y sobre todo matemáticas. El curso correspondía a ecuaciones diferenciales, una de las disciplinas complejas del análisis matemático. La tarea sería ardua.
Me comprometí responsablemente con mi labor de "ayudante", dejando de lado otras actividades, y estuvimos una semana completa, de sol a sol, horas tras hora estudiando teoremas y haciendo ejercicios de la materia, comiendo un
"Completo italiano" de almuerzo, y por supuesto ¡mucho café!
Finalmente llegó el gran día...la temida prueba final.
Día Lunes, 8 AM.
Cuento corto...¡Todos aprobamos!
¡Si! y sorpresivamente, fuera de todo pronóstico, dos de los compañeros del grupo de estudio sacaron mejores calificaciones que yo, que había sido el maestro por una semana...bueno, esas cosas lindas de la vida.
Recuerdo que me sentí tan feliz y satisfecho. Sin embargo, sólo uno de los ocho compañeros de estudio se acercó a agradecerme el esfuerzo que había realizado en pos de su bien. Ciertamente, siempre que ayudo a alguien lo hago de forma desinteresada, pero debo reconocer que ese día aprendí en carne propia el valor del agradecimiento. Se siente tan bien servir a otros, y que la otra persona valore tu compromiso. Ese día, además, gané un amigo para toda la vida.
En el capítulo
17 de Lucas, versículos 11 al 19, vemos al Señor Jesús entrando a una aldea, entre Samaria y Galilea, cuando le salen al encuentro diez hombres leprosos. ¡Jesús ten misericordia de nosotros! gritan.
Según la ley judía, para verificar la sanidad de una persona que había tenido lepra, debía mostrarse al sacerdote para que éste diera el visto bueno a la sanidad. Por lo mismo, Jesús les da la instrucción de mostrarse al sacerdote...¡pero sin ser aún sanos!
La Biblia dice: "
Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados" (Lucas 17:14).
¡Si! A veces Dios obra sanidad en las personas de maneras poco convencionales.
Mas adelante podemos ver que sólo uno de los que habían tenido lepra se devolvió adonde estaba Jesús para agradecerle.
Podemos leer en Lucas 17:17-19:
"Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?
Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado"
Este hombre, además de ser sanado de la lepra, también fue salvado, de sí mismo, de su baja autoestima, de su obligada marginación de la sociedad.
Por fin podría volver a abrazar a sus seres queridos, esposa, hijos, padres. Y por sobre todo volvió a abrazar el amor y la misericordia de Dios, había sido salvado del pecado.
Este hombre pasó a la historia, como muchos otros héroes de la fe, porque tocó el corazón de Dios.
De los otros nueve no se supo más.
El agradecimiento activa la fe.
La gratitud sana corazones y salva vidas.
La gratitud reconoce el valor de los demás.
Un corazón agradecido se rinde al amor y la misericordia.
La gratitud mata el orgullo y la arrogancia.
Ser agradecidos es la voluntad de Dios.
La biblia dice:
"Sean agradecidos en toda circunstancia, pues esta es la voluntad de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús" (1 Tesalonicenses 5:18-20 Nueva Traducción Viviente).
Seamos agradecidos, con Dios, primeramente, y también con aquellos que alguna vez dedicaron su tiempo, sus habilidades, sus recursos e incluso sus vidas en bien nuestro.
Te desafío a que el día de hoy comiences el día agradeciendo a Dios por su amor y misericordia, por todas sus bondades, y que durante el día agradezcas por lo menos a cinco personas que te han ayudado de manera significativa.
Si es necesario hacer una llamada ¡hazlo!
¡Feliz Jueves!
Texto de hoy: Escritor asociado
Luis Santos V.
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