Mateo 15:3
¡Ah, la tradición!, esa costumbre ancestral que nos da un lugar en el mundo y un estatus social.
“Siempre se ha hecho así”, es una frase recurrente que hemos escuchado muchas veces.
Paradigmas mentales incuestionables.
Frases clisés –muchas inexactas- repetidas hasta el fastidio.
Nuestro lindo Chile se define como un país mayoritariamente católico, eso dice el censo de 2017.
Hace uno días conversé con una amiga y llegamos al punto de nuestra salud espiritual.
Le pregunto si asiste a su parroquia.
-No, me contesta.
-Y ¿por qué se dice católica?
-Ah, lo digo por la familia, mis abuelos, mis padres eran católicos…
Somos hijos de las tradiciones. Y sin duda muchas son honorables y buenas costumbres que nos dan una identidad como nación, una base de convivencia civilizada.
Para muestra, un botón: como Iglesia tenemos la costumbre de memorizar las Escrituras y realizar una fiesta de Declamación en septiembre. Me parece una bella tradición que nos edifica como pueblo cristiano. Pero si alguna persona no memoriza o no declama, nunca nos atreveríamos a mirarlo como un cristiano "menos espiritual".
Anteriormente escribimos sobre la intransigencia del día de reposo, en la lectura de hoy (Evangelio de Mateo 15) se le reprocha al Señor Jesús sobre el lavado de manos, un ritual tradicional antes de comer.
No era un simple lavado higiénico como es hoy, sino un elaborado ceremonial con cierto tipo de agua, un determinado recipiente, la cantidad exacta, y en qué proporción las manos deberían ser sumergidas, además de la oración correspondiente.
No solo una cuestión de exclusiva limpieza sino una condición que los diferenciaba del resto de las personas.
El Señor sabe dónde poner el punto, sin duda. Muy claro y doloroso, en esta ocasión.
"Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres." (Mateo 15:8-9)
Si nos aplicamos a leer todo el capítulo 15 de Mateo podremos sacar una enseñanza sobre vida saludable y una revelación muy amplia de lo que desea el Señor en nuestro andar diario.
Muchos de nuestros usos y costumbres son parte de nuestra tradición chilena, jamás deberían estar sobre el mandamiento de Cristo y es una tarea constante revisarnos.
Que haya paz en tu corazón.
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