Juan 18:34
Nos formamos opiniones de una persona, en general, por lo que se dice de ella.
A veces hasta se nos crean prejuicios mentales, ideas preconcebidas, una imagen lejana de la realidad. Luego la conocemos, hablamos y concluimos que no era ni parecida a lo que se decía de ella.
El gobernador Pilato inicia un diálogo revelador de sí mismo. El Señor Jesús se destaca como una persona invulnerable, dueño de sus circunstancias y del momento frente a un romano dubitativo.
Ningún miedo.
“Entonces Pilato volvió a entrar en su residencia y pidió que le trajeran a Jesús.
—¿Eres tú el rey de los judíos? —le preguntó.
Jesús contestó: —¿Lo preguntas por tu propia cuenta o porque otros te hablaron de mí?
—¿Acaso yo soy judío? —replicó Pilato—. Tu propio pueblo y sus principales sacerdotes te trajeron a mí para que yo te juzgue. ¿Por qué? ¿Qué has hecho?
Jesús contestó: —Mi reino no es un reino terrenal. Si lo fuera, mis seguidores lucharían para impedir que yo sea entregado a los líderes judíos; pero mi reino no es de este mundo.
Pilato le dijo: —¿Entonces eres un rey?
—Tú dices que soy un rey —contestó Jesús—. En realidad, yo nací y vine al mundo para dar testimonio de la verdad. Todos los que aman la verdad reconocen que lo que digo es cierto.”
(18:33-37)
El gobernador tuvo la enorme, impensada y grandiosa oportunidad que pocos seres tienen en la vida, realizar un juicio justo y de pasada recibir la vida eterna.
La historia no lo redime.
Cuando se habla de dudas, incertidumbres y vacilaciones, se recuerda a Pilato.
Como tantos que se han alineado contra Dios, cayó en desgracia al poco tiempo ya que había escogido “los placeres temporales del pecado”.
Y nosotros ¿qué decimos del Señor Jesucristo?
¿Lo juzgaremos por los dichos de otros haciéndonos eco de lo que se repite por ahí sin conocerlo personalmente?
Foto del día:
El retorno de los hibiscos en una cálida primavera, Santiago, diciembre 2019.
(Foto editora)
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