miércoles, 26 de junio de 2019

Ganar, perder #Día 177

"Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? 
Mateo 16:26

Cada año Forbes  -una revista de negocios y finanzas-, publica  estadísticas con los nombres de las personas más ricas de la tierra.
La riqueza y la prosperidad son temas importantes en las Escrituras.

Y, sin duda, también para los cristianos evangélicos.
Unos afirman que debemos ser pobres y patipelados (por cierto, una palabra totalmente vigente y aceptada en la RAE). Argumentan que Jesús fue pobre, que le tenía aversión a los ricos, en fin, que todos debemos compartir la pobreza.
Otros sostienen lo contrario, que el hijo de Dios ("Dios que es dueño de la plata y el oro") debe ser próspero y en la medida de lo posible, rico y prestigioso en una sociedad que respeta la influencia financiera.
Para afirmar lo uno o lo otro hay ejemplos, pasajes bíblicos e historias de personas ricas que sirvieron a Dios y personas pobres que hicieron lo mismo.

La pregunta de hoy no se refiere tanto a la riqueza sino a la pérdida del alma a causa del afán de poseer lo que este sistema podría -eventualmente- darle a la persona: fama, poder, respeto, reconocimiento, seguridad, honores o fortuna.
En esencia, al Señor le importa más tu persona que tu estatus o tu cuenta bancaria.
Sin duda si tu alma está en paz con Dios, eso incluye toda la prosperidad que viene de lo alto, no solo dinero sino alegría de vivir, salud a tus huesos, paz en la mente, armonía en la familia, sueño tranquilo y toda la Gracia para cada día.
Tu cuenta bancaria se puede robar, desfalcar, perder, arruinar; tu alma es eterna.
Dios trabaja para la eternidad.
El Señor es el que sustenta nuestra vida en todo tiempo, si Él está presente tenemos todo lo que necesitamos.
El escritor del libro a los Hebreos  nos anima a vivir  contentos.

"Manténganse libres de la avaricia, 
y conténtense con lo que tienen, 
porque Dios ha dicho: 
«Nunca te dejaré; 
jamás te abandonaré».
Así que podemos decir con toda confianza: 
«El Señor es quien me ayuda; 
no temeré. 
¿Qué me puede hacer un simple mortal?» 

Hebreos 13:5-6 (NVI)



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