Juan 12:27
«“Ahora mi alma está muy entristecida.
¿Acaso debería orar:
“Padre, sálvame de esta hora”?
¡Pero esa es precisamente la razón por la que vine!
Padre, glorifica tu nombre.
Entonces habló una voz del cielo:
Ya he glorificado mi nombre y lo haré otra vez.
Al oír la voz, algunos de la multitud pensaron que era un trueno, mientras que otros decían que un ángel le había hablado. »
Hay momentos de gran tristeza.
¿Cómo podemos enfrentarlos para salir?
Salir ilesos.
Porque a veces se transforman en apoyos que buscan la simpatía de los otros; no siempre se encuentran sino provocan un sentimiento contrario.
Podemos observar cómo el Señor enfrentó su tristeza:
1.- Habló a su Padre.
¿Acaso Dios no es nuestra mejor ayuda? Él sabe de tu tristeza, está ahí en esa horas de soledad y desaliento y sin duda responderá a tu necesidad.
2.- Se enfocó en su propósito.
El Señor Jesucristo nunca perdió de vista el motivo de su vida.
Tal vez la nuestra no es morir en una cruz o sacrificarnos para salvar a otros; tal vez seamos tan sencillos y humildes que nos alcance para hablar de la Palabra a unos pocos en nuestro limitado círculo de amistades; no todas las vidas son grandilocuentes o espectaculares (algo así como cuando te dicen "tú serás grande"), pero ten por seguro que todas, absolutamente todas tienen un propósito y ese propósito excede la fama, la riqueza o los honores humanos.
3.- Glorificó a Dios.
Esa es la razón primaria de la vida, la gloria de Dios.
Glorificar a Dios.
Que Dios sea honrado.
Que se reconozca como Dios.
Si alguna acción positiva podemos hacer por nuestra paz mental es precisamente eso, darle a Dios lo que merece.
Y la lluvia nunca dejará de caer.
Te regalo la música que nos anima: Gloria en las alturas.
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