martes, 5 de noviembre de 2019

Entre la devoción, la realidad y el delirio.

#Día 309
Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales? 
Juan 3:12

Hace un tiempo conté de Juan V.,  su temor a cruzar algunos espacios o caminar por ciertas calles.
Era un predicador versado en lenguas antiguas, estudioso, gran lector.
Terminó confinado a su barrio con serios problemas cognitivos.

Mi abuela Juanita vio visiones del apocalipsis cuando la gente ni pensaba en el cambio climático, la capa de ozono, el desastre ecológico y todos esos temas que desvelan a las mentes lúcidas.
Vio destellos brillantes de un mundo azotado por la naturaleza, un árbol mecido que esparcía cenizas y dejaba la tierra imposible de sembrar, tal como ha sucedido con la erupción de nuestros volcanes. Mi abuela Juanita soportó el estigma de “trastornada”, “fanática” y “excéntrica”.   Tan linda –decían-, y tan loca.

 ¿Dónde se inicia o termina la línea de la racionalidad, la devoción o una debilidad cognitiva?
 Los no creyentes en Dios racionalizan todo tipo de experiencias intangibles y desafían a que todo se compruebe “científicamente” (cómo si se pudiera).
Los creyentes en Dios en muchas ocasiones filtran la información desde una mirada mística lindando en el absurdo.
El Señor Jesucristo nos instruye  con su  vida, sus enseñanzas y sus hechos; el mundo es más que elementos químicos. Tal vez en la medida que crecemos en fe podemos comprender la verdad más ampliamente.
El Señor Jesús nos invita a creer en lo racional, lo material, lo humano. Cuando logremos creer en Él, sin duda  revelará lo que necesitamos para bendecir al mundo y nos dará respuestas impensadas.

Si algo podemos hacer es iniciar una seria lectura de los evangelios; mi   modesta sugerencia es empezar por el Sermón del Monte, un clásico de vida real.
Lo puedes leer aquí
https://www.biblegateway.com/passage/?search=Mateo+5&version=RVC
Y escuchar aquí:





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